Alguna vez, alguno de vosotros habrá escuchado hablar del Diario de Gratitud, dar las gracias a diario, agradecer por ser, por estar, por ir, por venir, por tener, por dejar ir, por todo aquello que nos aporta… De eso trata precisamente mi entrada (última guinda) dedicada y destinada a quienes han estado de algún modo u otro, tratando de tejer con hilos enredados, una manta que protegiera a los más vulnerables, a nuestros pequeños, a nuestros auténticos protagonistas de toda esta historia…
Este año, el telediscurso de finales de curso será también un poquito diferente, un poquito distante, pero sólo en aspectos físicos. Pues jamás me sentí más cerca de vuestras palabras de ánimo y aliento.
Son tantos los agradecimientos que quiero manifestar, y que todos ansían por igual en su afán por salir de mi boca, de mi conciencia y de mi sentir, que me cuesta comenzar por alguno, pero puestos a ello, empezaré por los vítores dedicados a los representantes de nuestras queridísimas familias, nuestras familias que se han dejado la piel a tiras en situaciones de considerable magnitud. Me refiero a los miembros del AMPA, dado que su capacidad de llegar a las familias ha sido indispensable para atender necesidades básicas de subsistencia. Agradecer a los Servicios sociales por tratar de mantenernos también al corriente de las circunstancias y estableciendo bases de apoyo de todo tipo a las familias más necesitadas.
Otro de mis grandes agradecimientos va dirigido a nuestro equipo directivo, por tener en consideración la ardua tarea de "teleenseñar" (si el término se me permite), sin sobrecargarnos de burocracia, nada más que la exigida, práctica y útil para llevar a cabo una mejor adaptación a las nuevas circunstancias. Y más especialmente a nuestra querida Concha, que a pesar de la gran magnitud de su mochila y de la cantidad de años que hace que la lleva a cuestas, exprime fuerzas de donde ni ella misma pensó que extraería. Será muy probablemente esa actitud de lucha y de esfuerzo constante, la que la sostiene siempre al pie de cañón, con las máximas consideraciones respecto a los demás.
Agradecer también a mis queridísimos compañeros con los que siempre traté de mantener un contacto para contar qué noticias teníamos acerca de nuestros alumnos, pedir un consejo para nuestra búsqueda constante de nuevos recursos, nuestras batallitas personales y profesionales, mostrar un apoyo , un desahogo, un… pues nunca debemos olvidar que formamos parte de un grupo humano, con todo lo que ello conlleva.
No ha dejado de ser todo un reto para todos nosotros. Curiosamente, a menudo nos llegaban divertidos y escabrosos retos para hacernos más llevaderos estos momentos, sin darnos apenas cuenta de que todos estábamos inmersos en un gran reto. El reto de abrir nuestros ojos, los que miran al presente sin más, los que se centran en el aquí y en el ahora, en una de las etapas de mayor incertidumbre vividas en estos últimos tiempos en nuestra sociedad.
¡Y qué decir de las familias, de mis infalibles y afanosas familias! No ha sido fácil absolutamente para nadie, cuanto más para aquellos que han visto tambalearse sus necesidades más básicas y vitales. Pero nada es comparable con el calor que les habéis ofrecido a vuestros pequeños, entre riñas y discusiones, y entre mimos y halagos, en momentos de desesperación y de incertidumbre infinitas. Nada es comparable a la atención que les habéis ofrecido constantemente, poniendo en vuestra boca y en vuestras manos, las tareas que cada día ofrecía a vuestros peques a través del blog de clase.
Muy probablemente se me queden agradecimientos en el tintero, no siendo esto un motivo de irrelevancia en su papel, en su aportación…
Siempre pensé que en esta vida triunfa quien alcanza esa felicidad (concepto complejo de definir) y que no se transforma una sociedad de la noche a la mañana ni tan siquiera en tres meses de confinamiento y aislamiento. Esa felicidad realmente no se alcanza, más bien, se vive, se disfruta en forma de beso, de paz, de armonía, de tranquilidad... Y ciertamente todas estas manifestaciones de felicidad, se han visto seriamente afectadas.
Por tanto, ahora queda un largo camino para reconstruir castillos, para poner en práctica esos conocimientos que hemos adquirido. Estar dispuesto a aprender, a mejorar y evolucionar como persona noble y humilde, amable y solidaria, es aquello que nos hace cambiar, la palabra cambio y aprendizaje siempre me resultaron sinónimas, aunque su raíz no parezca la misma.
Y para culminar…
…mi aplauso, mi ovación, mi beso de amor, mis palabras de ánimo, mi aliento de esfuerzo y superación, tienen siempre destinatarios con nombres y apellidos; sois vosotros, mis pequeñines, los que merecéis realmente un feliz abrazo, cargadito de ilusiones que os hagan seguir viendo la vida como una oportunidad de mejora, de ilusión, de intensa plenitud…
Que nunca se os olvide esto…
…que vuestra seño Raquel os quiere con locura.
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